
¿Es la Gerontología
una
Ciencia?
Elisa
Dulcey-Ruiz
Lo primero que habría que aclarar sería los conceptos mismos de gerontología y
de ciencia, a la vez que tener en cuenta las condiciones para hacer ciencia,
diferenciando entre lo que se consideraría ciencia, conocimiento científico e
investigación científica.
A la vez valdría la pena
diferenciar entre dos cuestionamientos:
1. ¿La gerontología es ciencia?
2. ¿Lo que hacen los gerontólogos es ciencia?
Habría que advertir que el título profesional, cualquiera que sea, no garantiza
en modo alguno que el profesional sea un científico, ni que haga ciencia.
Y
a
propósito
de las reflexiones del sociólogo uruguayo Ricardo Alberti, quien se refiere a la
contrastación
entre
las condiciones
para
hacer ciencia postuladas
por
Mario Bunge
y el
saber
implicado en la gerontología,
vale
la
pena
otra observación, y la hago retomando
una
cita del sociólogo español Ricardo Moragas (1991):
La Gerontología no constituye
una
disciplina
o profesión autónoma,
sino
simplemente un
enfoque
peculiar.
Las
diferentes
preguntas o
problemas
que
plantea el envejecimiento -
entendido
como
un fenómeno
humano,
tal
como
la niñez o la edad
adulta,
en la sociedad contemporánea, pueden y deben
ser resueltas
por
las
disciplinas
o profesiones implicadas en la gerontología (medicina, psicología, pedagogía, trabajo
social,
derecho…).
Sería entonces más
preciso
preguntar
por
el estatus
científico
de las
disciplinas
o profesiones
que
nutren el
saber
gerontológico,
más
que
preguntarse
por
el estatus
científico
de la gerontología,
como
si
fuese un
ente
independiente y autónomo.
Y entonces, podríamos
concluir
que
la gerontología, en sus
diferentes
perspectivas
(biológica,
psicológica,
social…),
se
alimenta
de conocimientos
científicos
derivados de las diversas
disciplinas
que
la constituyen.
En
similar
orden de ideas, afirma la
psicóloga
y profesora de Gerontología en México, Maximina Rodríguez:
Desde
una
perspectiva
práctica y
social
observamos
que
la gerontología recoge un conocimiento
científico
amplio,
diverso
y con numerosas aplicaciones.
Y
el profesor canadiense Jacquest Laforest (1991),
en un libro que podría considerarse como una filosofía del envejecimiento,
contribuye a responder la pregunta que generó este ensayo, señalando tres
características de la gerontología, considerada como
un momento de la reflexión secular de la
humanidad sobre la ancianidad:
1) La gerontología es
una reflexión existencial
referente
a lo
humano
y a la conciencia del individuo. 2) Es, al mismo tiempo,
una reflexión colectiva relacionada con la demografía,
porque
no sólo envejece el individuo,
sino
que
envejece la población
como
un
todo.
3) Es esencialmente
multidisciplinar.
No es
una,
sino
varias ciencias. La ancianidad es un
campo de estudio
vasto
y complejo
que
atrae un
número
de
disciplinas
científicas,
cada
una
de las cuales posee su
objetivo
formal
y su
método
propio (p. 12).
Frente a los múltiples retos que presenta el mundo actual la pregunta inicial
merecería complementarse con esta otra ¿están contribuyendo las diferentes
disciplinas y profesiones a lograr no sólo prolongar la vida (longevidad), sino
a que esa viva que se prolonga se viva con calidad y satisfacción, por parte de
las distintas personas y sociedades?
Con el título Proyección de la gerontología,
la autora de este ensayo presentó una ponencia en un Congreso sobre Formación
Gerontológica, realizado en la Universidad San Buenaventura de Bogotá, al
comenzar el siglo XXI, el cual complementa lo aquí postulado.
Dos consideraciones finales para cerrar esta reflexión-compilación con dos
anhelos acerca del envejecimiento, la vejez y la vida, no sólo de las
generaciones presentes, sino de las generaciones del futuro:
I. Es muy posible que un día las propias personas de edad con la fuerza
dimanante del aumento de su número e influencia, obliguen a la sociedad a
adoptar un concepto de la vejez positivo, activo y orientado hacia el desarrollo.
La conciencia colectiva de ser anciano, como concepto socialmente unificador,
puede convertirse así, en un factor positivo.
Plan de Acción
Internacional
de Viena
sobre
el envejecimiento, 1982,
Numeral
32 de Recomendaciones
para
la acción.
II. El estudio del envejecimiento
tal
como
está
definido
actualmente será
cada
vez
menos
viable a
medida
que
la edad sea un criterio
menos
aplicable. La palabra "gerontología" será sustituida
por
algo
como
"el estudio de las
vidas",
basadas en el concepto de
ciclo
vital
como
un
todo
y los procesos de cambio
desde
la infancia
hasta
la vejez. A
medida
que
este
concepto se afiance, mejorará nuestra comprensión del desarrollo
infantil
y de la vejez, y será
útil
para
aquellos
que
utilicen la
perspectiva
del
curso
vital
en la enseñanza, en el diseño de
políticas
y en el diseño de servicios.
Referencias
BERNICE L. NEUGARTEN
(1996/1999). Los
significados
de la edad.
Barcelona: Herder,
p. 379,
capítulo
21: ¿El
final
de la gerontología?
Conceptos de
ciencia y reflexiones
sobre
el quehacer
científico
Según
Mario Bunge:
''La ciencia puede caracterizarse
como
un conocimiento
racional,
sistemático,
exacto, verificable y
por
consiguiente falible''. < http://www.ilustrados.com/publicaciones/EplVFFypkpGSNQnrBh.php
>
Conjunto de conocimientos obtenidos
mediante
la
observación
y el razonamiento,
y de los
que se deducen
principios
y
leyes
generales.
En su
sentido
más amplio se emplea
para
referirse al
conocimiento
en
cualquier
campo,
pero
que
suele aplicarse
sobre
todo
a la
organización
Del
proceso
experimental
verificable. (http://www.monografias.com/trabajos16/ciencia-y-tecnologia/ciencia-y-tecnologia.shtml)
Luis F. Leloir,
por
Mario Bunge
http://www.clubdelprogreso.com/index.php?sec=04_05&sid=43&id=2513
¿Le gusta a usted la
salsa
golf? Lea
este
artículo
referente
a su
inventor.
¿Le interesa el
problema
de la hipertensión arterial? Lea lo
que sigue,
que
se refiere a un pionero en la investigación de
esse
problema.
¿Duda usted de
que
se pueda hacer investigación a nivel del Primer
Mundo
en el Tercero? Siga leyendo y encontrará la respuesta.
El
investigador
argentino Luis F. Leloir (1906 – 1987) dejó
una
marca
indeleble en la
bioquímica
fisiológica. Ella le valió el premio Nobel en 1970. También formó
una
nutrida y
vigorosa
escuela. Sus 55 años de investigación
científica ininterrumpida son un
modelo
de ingenio y laboriosidad, así
como de trabajo en equipo con medios
modestos. Leloir confirmó lo que habían mostrado antes los
hermanos Ameghino, Housay, Gaviola, y
unos
pocos más:
que
se puede hacer investigación
científica de nivel inernacional en un
país
subdesarrollado en
incluso,
aunque precariamente,
em
medio de convulsiones
políticas.
¿Cuáles son las
claves
del
êxito?
de
Leloir en un medio
indiferente
a la ciencia y en ocasiones
hostil a ella? El propio Leloir
nos
revela algunas de esas
claves
en su autobiografía científica, titulada “Long ago and far away”, publicada en
la Annual Review of Biochemistry de 1983. (El título parece haberse inspirado
en el de la bella aunque olvidada
novela de William Henry Hudson, Far away and long ago,
que
trata
del
Rio
de la Plata a mediados del siglo XIX.)
Primera
clave:
desde
joven Leloir tuvo curiosidad
por
entender los procesos biológicos
que
veían en
torno
suyo,
especialmente
en el
campo
(“estancia”) de sus
padres.
Sin curiosidad puede formarse un
técnico de laboratorio pero no un
investigador
original.
Pero,
desde
luego, la curiosidad no
basta: también es
preciso
el estudio
disciplinado
Cuando Leloir descubrió
que su
química
de
médico
no le bastaba, tomó
cursos
de
química
en la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales.
Segunda
clave:
Leloir eligió un
excelente
guía, el doctor Bernardo A. Houssay,
maestro
directo o indirecto de
todos
los
científicos
argentinos de su tiempo y también de
unos cuantos extranjeros. Houssay, quien años después
fuese galardonado con el premio Nobel, le sugirió un
tema
de tesis
Ciencia
(en latín
scientia, de scire, ‘conocer’),
término
que
en su
sentido
más amplio se emplea
para
referirse al
conocimiento
sistematizado en cualquier
campo, pero
que
suele aplicarse
sobre
todo
a la
organización
de la
experiência
sensorial
objetivamente
verificable. La búsqueda de
conocimiento
en ese
contexto
se conoce
como
‘ciencia
pura’,
para
distinguirla de la ‘ciencia aplicada’ —la búsqueda de
usos
prácticos del
conocimiento
científico—
y de la
tecnología,
a través de la cual se llevan a
cabo
las aplicaciones (http://www.monografias.com/trabajos10/fciencia/fciencia.shtml).
Búsqueda en la Web, a
propósito
de la Gerontología y la pregunta
por su estatus
científico
– Elisa Dulcey-Ruiz, Colômbia Vn. 15. 04. 2005.
Claves
del éxito
para
hacer ciencia, aún en un medio
hostil. Doctoral e
incluso
le ayudó a
operar
animales
de laboratorio. ¿Cuántos
maestros están dispuestos a hacer de asistentes de sus
discípulos?
Tercera
clave:
siguiendo el ejemplo de su
maestro, Leloir siempre escogió
temas
de investigación
que
le apasionaban y
que,
pese a
ser
de vanguardia, eran abordables con los escasos medios de
que
se disponía en el
país.
Lejos de convertirse en esclavo de instalaciones costosas, utilizó los
aparatos
como
herramientas
para
explorar
la naturaleza y poner a prueba sus corazonadas.
Este
es
uno
de los
secretos
de la investigación
original
en los
países
pobres:
suplir con ingenio la escasez de medios. En estos
países
es
absurdo,
en
incluso
inmoral, invertir mucho dinero
para
copiar lo
que
se hace en
países
avanzados.
Cuarta
clave
del
éxito de Leloir y la
única virtud de
que
hacía
gala
ese hombre llano y abordable: poseía
una
excelente
capacidad
para
trabajar en equipo.
Este
estilo
de trabajo,
típico
de
lãs
ciencias experimentales,
era prácticamente desconocido en el
país
en el año 1932, cuando Leloir comenzó su carrera de
investigador.
Lo
era
no sólo
porque
había muy pocos
científicos,
sino
también porque los argentinos solemos ser excesivamente individualistas. Hoy
día no se puede hacer trabajo experimental de punta si no es en equipo: la
complejidad es tal que se necesita el concurso de varios especialistas. Pero
el director del equipo debe tener una visión global y debe orquestar las
tareas e integrar los resultados parciales. La función del Leloir maduro, a
partir de los años cuarenta, fue precisamente la de director de orquesta. (Sus
colaboradores le llamaban afectuosamente “Dire”.)
Quinta
clave:
gran tenacidad unida a un
fino
sentido
del
humor
que
haga soportables la
pesada
rutina y el frecuente fracaso. El propio Leloir cuenta
que,
las pocas veces
que
uno
de su
experimento
tenía éxito, comentaba con sus colaboradores. “Como
ven,
nada
puede
resistir
a la investigación
sistemática”.
Pero cuando el
experimento
fracasaba, y
tanto
él
como
sus colaboradores se sentían desalentados, su colaborador el doctor J.C.
Fasciolo les levantaba el ánimo comentando: “Como ven, nadie puede
resistir
la investigación
sistemática”.
Sexta clave:
no interrumpir el trabajo ni aun cuando se venga abajo la estantería, como
dice el tango. Cuando, a mediados de los años cuarenta, no le fue posible
seguir trabajando en la universidad peronizada, Leloir se fue a investigar a
Estados Unidos. A su regreso tuvo la fortuna de que un empresario industrial
como los hay pocos, don Jaime Campomar, le ofreciera financiarle um instituto
privado de investigaciones bioquímicas. El Instituto Campomar, dotado de
laboratórios modernos aunque sin lujo, sigue en pie. Fue allí donde Leloir
hizo sus investigaciones más importantes y donde formó a casi todos sus
discípulos en el curso de cuatro décadas, mientras lãs universidades eran
destruidas y reconstruidas de vez en cuando. (En 1986, Leloir me invitó a dar
una charla en su Instituto. Después de la charla me invitó a incorporarme a su
equipo alegando que necesitaba un metodólogo.)
Séptima clave:
explotar el fracaso en lugar de desanimarse. Si un experimento falla, o sea,
si no se encuentra un resultado razonable, se lo repite, de fallar este
intento, se revisa el diseño experimental o las hipótesis que lo han
inspirado. Por ejemplo, puede ocurrir que la sustancia que se ha buscado
infructuosamente no exista. Pero también puede ocurrir que haya sido destruida
o inactivada prontamente. Esto es, precisamente, lo que ocurrió con la
angiotensina, el primer êxito de Leloir. Él cuenta que Eduardo Braun Menéndez
le instó a persistir pese al fracaso inicial (También Braun había salido de la
oligarquía, era igualmente constructivo y simpático, y dejó uma obra
importante truncada por un accidente de aviación.)
Octava
clave:
combinar
la ambición y la audacia científicas con la modestia en la evaluación de la
propia
obra
y en el
trato
personal. Pese a
ser
porteño
incluso
en el habla, Leloir
era
de uma modestia y afabilidad
proverbiales. No
era
humilde,
porque
el
humilde
no tiene aspiraciones, a no
ser
la
arrogante
de la humildad. La persona
humilde no se propone hacer
nada
importante.
La persona modesta propone planes realizables
para alcanzar
objetivos
importantes
y
precisos.
El hombre
humilde
pide ayuda, el modesto propone colaboración. El hombre
humilde
se siente derrotado
antes
de
empezar,
el modesto sigue trabajando.
Me
atrevo a decir
que
hay otras dos condiciones de éxito
para la continuidad del esfuerzo
científico
en medio de las convulsiones del Tercer
Mundo.
Una
es disponer de medios de
vida ropios,que
le permitan a
uno
seguir
trabajando pese a la incierta y mezquina remuneración del trabajo
científico.
(A
propósito
los
casos
de Leloir y de Braun Menéndez refutan la tesis
marxista
vulgar
de
que
la posición
social
del
científico
determina el contenido de su
obra. La ciencia auténtica no tiene
un contenido clasista. La pertenencia a
una clase privilegiada sólo da una oportunidad excepcional para hacer ciencia
desinteresada en un medio
pobre.)
Otra condición
que favorece la continuidad del esfuerzo
científico
es la mansedumbre
política.
Leloir cumplía ambas condiciones. No es que sean
suficientes,
ni siquiera necesarias,
para asegurar la productividad y la estabilidad. Pero sin duda
ayudan a quien sap usarlas.
No resisto la tentación de
comparar
a Leloir con su
maestro,
nuestro
maestro,
Bernardo Houssay, ganador del premio Nobel en 1947. Housay
me
pareció excesivamente
seguro
de sí mismo, adusto
y
distante.
Era
y se sabía no sólo
investigador
de primera
línea
sino
también apóstol de la
ciência
que
predicaba en el desierto. En
esto Houssay se parecía a otro gran
científico
argentino, el
astrofísico
Enrique Gaviola, con quien
me peleé
tanto
por
motivos
filosóficos y
políticos,
que
terminamos siendo
íntimos
amigos.
También Gaviola
era
de pocas
pulgas
e
impaciente
con los
ignorantes,
los simuladores y los malos burócratas y estaba inflamado
por
el mismo celo apostólico
que Houssay. Leloir
era
muy
diferente.
No
era
un luchador
sino
un
investigador
puro.
Lejos de
ser
adusto y
puritano,
era
amable, campechano y
chistoso.
No intimidaba a nadie, y
todos los
que
lo conocían simpatizaban inmediatamente con él.
Yo tuve la
fortuna
de toparme varias veces con Leloir. La primera fue en Oviedo, en ocasión de la
entrega
de los premios
Príncipe
de Asturias de 1982. En esa ocasión cenamos
junto
con don
Severo
Ochoa, también
bioquímico,
premio Nóbel, lleno de
chispa y poseedor de
una
personalidad
fascinante.
(Tres años
antes
coincidimos en México, en
una reunión organizada
por
las Naciones Unidas.) Gocé
enormemente escuchándoles debatir un
par
de
problemas
científicos
de actualidad en
términos
tan sencillos
que
incluso
un lego
como
yo pudo seguirles el hilo e
incluso
meter baza en la conversación. ¡Qué diferencia
con los profesores
pomposos
que
debimos sufrir la mayoría de nosotros!
Moraleja1:
Se puede hacer ciencia de punta en el subdesarrollo.
Moraleja 2:
Las condiciones
para
hacer ciencia de punta en el subdesarrollo son tantas,
que
solo
pocas personas logran hacerla de manera sostenida.
Publicado originalmente en la obra de
Mario Bunge (2003). Cápsulas, Barcelona: Gedisa. 1ª. Edición.
Convenio de
derechos y deberes de los
intelectuales
académicos:
Mario Bunge,
1996 - < http://www.biocab.org/Ciencia.html >
1. Cada académico tiene el deber de buscar
la verdad, y tiene el derecho de enseñarla.
2.
Cada
académico tiene el derecho y el deber de
preguntar
algo
que
le interese, percatado de
que él lo hace de
una
manera
racional.
3. Cada académico tiene el derecho de
cometer errores, y el deber de corregirlos al notarlos.
4. Cada académico tiene el deber de
desenmascarar públicamente los engaños, sean populares o académicos.
5. Cada académico tiene el deber de
expresarse en la forma más clara posible.
6.
Cada
académico tiene el derecho de
discutir cualquier punto de
vista
no
ortodoxo
que
le interese, proveído
que
esos puntos de
vista
sean lo
suficientemente
claros
como
para
ser
discutidos
racionalmente.
7. Ningún académico tiene el derecho de
presentar
como
verdaderas aquellas ideas
que él no pueda
justificar
en
términos
de la razón y la experiencia.
8. Nadie tiene el derecho de comprometerse
a sabiendas en cualquier industria académica.
9.
Cada
cuerpo académico tiene el deber de adoptar y reforzar los estándares más
rigurosos conocidos de escolaridad y aprendizaje.
10.
Cada
cuerpo académico tiene el deber de
ser
intolerante
tanto
hacia la
contracultura
como
hacia la
cultura
de la falsificación.
11. (Extracto tomado de: Bunge, Mario.
Charlatanism in Academia. Annals of the New York Academy of
Sciences,
Volume 775. The Flight from Science and Reason; pp. 110-111; New York, NY,
1996).
______________________________________________________
Fonte:
Editado
por:
RLG [18 de
Abril
de 2005].
Canal:
Documentos
– Artículos y Recortes de
Prensa.
http://www.gerontologia.org/portal/information/
Reflexiones de Elisa Dulcey-Ruiz, generadas
por
la pregunta con la cual se titula
este
ensayo, la cual fue formulada a la Red Latinoamericana de Gerontología
por
la colombiana Blanca Ayala:
www.gerontologia.org/forum (Abril de 2005).
Elisa Dulcey-Ruiz – Apartado 52366 Bogotá, Colombia –
edulcey@cepsiger.org
Ver
documento
adjunto:
Conceptos de ciencia y reflexiones
sobre
el quehacer
científico.
Compilación de Elisa Dulcey-Ruiz,
Abril
15 de 2005.
En un artículo, cuyo nombre se prestaría a
debate
("Gerontología: la ciencia de la vejez"), señala la
psicóloga (¿mexicana?) Maximina Rodríguez
que
la gerontología tiene un doble
objetivo:
1)
Desde
un punto de
vista
cuantitativo, la prolongación de la
vida
(dar
más años a la
vida,
retardar
la muerte); 2)
desde
un punto de
vista
cualitativo, la mejora de la calidad de
vida
de las personas mayores (dar
más
vida
a los años). En
línea:
http://www.psicologia-online.com/formacion/cursos/demencias/index.shtml
(15.04.2005).
Moragas, R. (1991). Gerontología
social.
Envejecimiento y calidad de
vida.
Barcelona: Herder.
Y esta es
justamente
una
razón
fundamental
para
cuestionar la existencia de estudios de pregrado en gerontología, cuando
por
su misma definición la gerontología sería necesariamente un
saber
especializado, teniendo en cuenta posibles
diversos
énfasis (o
áreas
de especialización), puesto
que
resultaría imposible,
sobre
todo
en un
breve
lapso
de estudio,
abarcar
en profundidad y con claridad
suficiente,
todos
los énfasis: biológico,
médico,
psicológico,
social,
económico,
legal…
Op. Cit.
El subrayado es de la autora de
este
ensayo.
Laforest, J. (1991). Introducción a la
Gerontología. Barcelona: Herder. Pp. 11-12.
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